El artista de origen francés y de padres españoles, de Cristóbal de la Sierra, reconstruye aperos de labranza que han quedado obsoletos y olvidados. Genera una nueva lectura del campo a través de los objetos de la memoria apelando a la sensibilidad histórica y a un arte participativo.
En esta nueva aventura, reconduce un debate humanista en que la ética prima sobre la estética y los conceptos como imagen y forma ceden ante este principio.
Aborda con especial sentido del humor y de una manera mordaz la problemática actual sobre la emigración, haciendo alusión a la memoria; todos somos hijos del pasado.
Se trata de una experiencia sensorial que nos traslada inmediatamente a la tradición, a los olores del estío, a la tierra, a donde pertenecemos.
[Texto de Ana Alonso Martín, Documentalista]