Comer es mucho más que alimentarse. Cada plato es más que un puñado de calorías, de olores y sabores, es una metáfora
de una sociedad, una cultura y un tiempo.
Así, cada receta es algo tan complejo y sólido como un edificio o tan sugerente y misterioso como un cuento, una
narración. Es una arquitectura que hay que soñar y luego diseñar, para la que hay que elegir los materiales, combinarlos
adecuadamente para que sea armónica y no se caiga. Y que luego, una vez levantada con mimo, hay que embellecerla,
llenarla de detalles, eso sí los justos, ni uno más. O un pequeño libro que habla de nuestra cultura, del medio en que vivimos,
de la historia, los paisajes y la luz, pero también de nosotros, de la fuerza, del sentido del tiempo, de la cocción, de los modos
de relacionarnos, del picante o la sal, de la manera de querer o de resolver los conflictos.
Por eso, cuando comemos concentrados con todos los sentidos -que es como hay que comer-, cuando degustamos un
plato sea tradicional o innovador, olemos, gustamos, paseamos, contemplamos, abrimos ventanas, escuchamos la música,
deseamos, viajamos a otros mundos y volvemos a compartir con otros. Porque comer, cuando se hace con todos los sentidos,
es hacerlo así, en compañía.
En ese escenario es donde se enmarca y entiende este Recetario de Carne de Morucha 2006, las 20 recetas y los restauradores
de la ciudad y la provincia. Es la apuesta del Patronato Provincial de Turismo de Salamanca por una gastronomía, una
denominación de origen, un paisaje y un animal singulares -la dehesa y la morucha-, en definitiva, por una cultura propia
y viva, abierta a todos los que nos visitan.
Isabel Jiménez García
Presidenta de la Diputación de Salamanca
y del Patronato Provincial de Turismo |
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