El agua, la laguna, espejo del cielo, testigo de noches silenciosas.
Y al lado, un recinto sagrado -¿acaso no lo es la naturaleza entera?- observado por la montaña soberana, la Peña de Francia, el lugar, la referencia.
Y abrazada por ese espacio, una piedra en bruto, arrancada a la tierra, que se deja pulir y transformar.
Raíces íntimas que invitan al cambio.